miércoles, 2 de marzo de 2011

Essentia la ninfa y el poder de Faenn.

Dicho esto, Faenn intentó bajar del árbol, pero le daban miedo las alturas, así que saltó a otra rama gorda más alejada de la pequeña ninfa. Pero, al parecer, la ninfa no tenía pensado dejarla en paz, pues trepó con agilidad hasta ponerse al lado suyo, con una sonrisa traviesa en la cara, y le dijo:
¾ Mira, entiendo que todo te resulte un poco confuso, cuando me dijeron que una duendecilla azul había salvado a Tukmo de un fuego mágico, me entró la risa. Quien diría que una muchacha de mi edad podría hacer magia de grado superior. Tienes talento, y mucho. Por eso estaba el Consejo de Magia aquí, pero yo no formo parte de él, lo que pasa es que mi maestro estaba en una reunión en las tierras del norte y claro no podía venir y como yo estoy tan ligada a Tukmo porque es mi árbol mentor pues me mandaron a mi a venir a verte, aunque yo estaba practicando mi fusión con el agua y no me apetecía mucho, aunque tenía que venir porque...
Estaba claro que a la ninfa le gustaba hablar, y lo hizo durante unos minutos más, en los que Faenn se procuró enterar de casi todo. Por fin, en medio de todo el palabrerío, dijo su nombre. Se llamaba Essentia, porque había nacido en el momento en el que las Hojas de Plata había desplegado su poder. Se decía que ella era especial por su origen, aunque todavía no había hecho nada diferente a lo de otras ninfas de su edad. Faenn también se enteró de lo que significaba tanlak. Era el nombre que se daba a magos de la luz, aquellos que también controlaban el fuego, como el que ella había apagado hacía un rato.
Al final, después de mucho hablar, Essentia le dijo que era el momento de irse a su nuevo hogar, a la Torre Verde, que era la más próxima torre de hechicería que había en todo el reino, pero antes debían ir a hablar con el padre de Faenn.
Ella no sabía muy bien que pensar. Si bien era cierto que le gustaba la idea de tener poderes, y aún más lo de poder practicarlos en la Torre Verde, la aterraba un poco la idea de mudarse tan repentinamente de su hogar, la Torre Blanca, y dejar de vivir con su padre, al que dejaría completamente solo, y eso no le hacía ninguna gracia.
Pero su padre no pareció pensar lo mismo con respecto a su soledad. Cuando la ninfa le dijo que Faenn era una hechicera poderosa, no udo controlarse y se puso a gritar y a avisar a todo el mundo de que su pequeña se iba a ir de la torre del Amo. Al final consiguió tranquilizarse, y la ninfa pasó a explicarle las normas de la Torre Verde y los días en los que podría ver a su hija. Además, le puso al tanto de los profesores del lugar, de las instalaciones y servicios, y de la capacidad que tenía Faenn como tanlak. El padre no pareció extrañarse en ningún momento, por lo que, cuando Essentia se fue, la niña le preguntó si no le parecía un poco raro, a lo que él contestó:
¾ Faenn, tu madre era una hermosa hada tanlak, llegó desde las montañas del norte, desde Polsek, para traer ayuda mágica en los tiempos de guerra. No es de extrañar que tú tengas poderes de tanlak, aunque hayas nacido duende, tienes el alma de un hada, y de la luz, ni más ni menos.
Faenn se quedó asombrada por esa revelación. Sabía que su madre había sido hada, pero no que fuera un hada de la luz, de las razas más poderosas feéricas que existían. Ahora comprendía muchas cosas de su vida, sucesos que ella había tomado por casualidades.

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